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nishikigoi

Los nishikigoi (carpas, o “koi”, como se les conoce en occidente erróneamente) tienen una particularidad muy curiosa: el tamaño adulto del pez está en relación directa con su entorno.

Si metemos un nishikigoi en una pecera no crecerá más de 5 cms.  Si por el contrario, lo introducimos en un pequeño estanque podría llegar hasta los 25. En un estanque grande llegaría hasta los 50 cms. y si tiene la fortuna de estar en un lago enorme, puede llegar hasta el metro de longitud o incluso más.

Saqué esta foto cerca de Tokyo hace un tiempo. Es un tipo de nishikigoi, concretamente un kohaku. Recuerdo un pensamiento mientras lo observaba.

nishikigoi kohaku

Un nishikigoi es muy parecido a un humano: al nacer no puede elegir el tamaño, ni el tipo, ni la flora o fauna del estanque en el que vivirá el resto de su vida. No tendrá conciencia al morir de si su tamaño fue grande o pequeño, ni si la flora y fauna que compartió pudo ser otra. Habrá vivido “feliz” consigo mismo y con el lugar que le fue asignado por el azar y los avatares.

Sin embargo un humano tiene la suerte o desgracia de tener conciencia y ahí difiere del nishikigoi. Si es consciente de las limitaciones del estanque que le ha tocado, tiene la facultad de intentar buscar uno más grande en el que poder crecer. También y eso es lo mejor de todo, puede con sus actos contribuir a hacer el estanque de los demás mucho más grande para que puedan crecer el máximo posible.

Cabe preguntarse porqué no somos conscientes tan a menudo de estas cosas y dónde estaríamos si unos cuantos humanos anónimos hubieran caído en el estanque adecuado.

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high tech, high touch

A la hora de diseñar nuevos productos y servicios siempre es bueno incluir algo del pasado en ellos, que ayude y proporcione seguridad.

Esperar colas, coger número para aguardar turno, no saber cuánto tiempo vas a estar esperando y poder salir… son trances por los que a menudo pasamos todos en establecimientos que van desde una pescadería hasta cualquier oficina municipal.

Correos ha implantado una novedad que humaniza un poco más esta experiencia.  En los tickets de espera de turno, acompañando al clásico número abstracto (frío, impersonal, abstraco), incluyen una frase que nos indica cuántas personas van antes que nosotros (calor, personal, concreto).

Este ticket cumple a la perfección las reglas básicas para que cualquier producto sea un éxito:

  • utilidad y seguridad (permite calcular mejor el tiempo y reducir el miedo a perder el turno en colas largas)
  • mantenimiento (nulo)
  • costes (casi nulos, un pequeño algoritmo nada más)
  • atractivo de venta (¿quién no quiere tener tickets así?)
  • aspecto y apariencia (una sencilla línea, poco intrusiva)

ticket de correos

(justo este ejemplo, para mi suerte, no había nadie delante mío)

Otro ejemplo serían ciertos tickets de restaurantes, que incluyen el precio por comensal permitiendo acelerar el momento “¿a cuánto tocamos?” que tantos galimatías supone a veces. Esta foto la hizo Jesús Sotoca no hace mucho:

ticket de restaurante

(fotografía de Jesús Sotoca: “cada uno toca a…“)

Los sajones, mucho más sucintos, quirúrgicos y breves para resumir conceptos técnicos tienen una frase para esto: High tech, high touch. Es decir, siempre que incluyas más tecnología/features, no te olvides nunca de humanizar en la misma medida.

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jeroglí­ficos e interfaces

Hace muchos años el diario ABC era mi principal fuente de suministro de esquelas y jeroglíficos. En ambas facetas no tení­a rival.

Las esquelas estaban dotadas de un inimitable tetric-design basado en tipografí­a. Con ellas se podí­a aprender heráldica de una manera barata también. Aún las de hoy guardan cierta similitud con las de entonces, aunque los distintos rediseños del periódico las han desmejorado bastante.

La segunda ví­ctima de las tijeras era el jeroglífico de Pedro Ocón de Oro. Ese ser infernal que me sacaba siempre de quicio y al que siempre imaginé como una cruel mezcla entre el Dr. George Claw y Pilaf El Emperador.

Perdí­ todos esos recortes hace mucho, pero con los añs he podido conseguir alguno de los pocos libros de antologías de Ocón de Oro que existen. Repasándolos me doy cuenta de que hay algo que subyace tanto en los jeroglí­ficos como en los interfaces de hoy en día.

Dado un jeroglí­fico:

Jeroglífico de Pedro Ocón de Oro

  • Cuanto mejor hecho está (diseño, mensajes, dibujos) más sencillo parece.
  • Cuanto más difí­cil parece, más evidente resulta ser su solución….. (una vez sabida, claro).

Algo así­ ocurre con los interfaces de hoy en dí­a.

  • Hay muchos que enamoran a primera vista por su simpleza y sencillez. Esa sutilidad elevada al máximo se convierte en un falso dominio cuando realmente te estás perdiendo mil cosas de las que son capaces. Finalmente, piensas que sólo valen para una o dos cosas.
  • Por otro lado hay interfaces complejí­simos de primeras, pero que una vez aprendes cuatro patrones (si es que se consigue, ahí­ está el reto para no incrementar el bounce rate) te hacen darte cuenta de lo equivocado que estabas respecto a tus percepciones y prejuicios del primer vistazo, con lo que empiezas a utilizarlos con deleite.

Partiendo del supuesto de que tras ambos está un gran demiurgo, ambas opciones resultan válidas aunque, obviamente, poseen fortalezas y debilidades.

Ocón de Oro es un genio poco conocido. Es el inventor de la Sopa de Letras y del Crucigrama Blanco entre otras muchas cosas. Y sus creaciones fueron el “Youtube” de mucha, muchí­sima gente durante décadas. Para una gran parte de la población fue prácticamente el único modo de entretenimiento y procastinación.

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Brook Stevens y la obsolescencia

photo finder

Este gadget me lo han hecho llegar los amigos de ActivaGPS (quizás las personas que más saben de estas cosas que conozco). Se llama PhotoFinder y lo fabrica ATP en Taiwan.

Básicamente es un GPS que va registrando la posición en la que se encuentra. Sincronizas la hora UTC de la unidad con la de tu cámara y vas haciendo fotos. Cuando acabas, introduces la tarjeta en el PhotoFinder y automáticamente añade los datos de geoposicionamiento en el EXIF de cada imagen. El resultado usando Google Earth, Panoramio, Flickr… es fascinante, especialmente cuando vuelves de un viaje. También tiene otros usos bizarros como el de esconderlo en la chaqueta de alguien (o en el collar de un perro) y ver por dónde ha estado luego haciendo filtrados en los logs (que también los puedes descargar).

Características aparte, el producto en sí es un ejercicio de diseño de obsolescencia calculada realmente interesante. Ya hay muchas cámaras que llevan GPS incrustrado, nadie quiere llevar ya más gadgets encima….pero también hay un parque enorme de cámaras que se van seguir siendo usando durante años y que carecen de estas funcionalidades.

Sirva todo esto como homenaje a Brook Stevens, uno de los diseñadores industriales menos conocidos. Se suele atribuir a él la introducción del concepto “built-in obsolescence“, aunque no está claro. Stevens diseñó desde muebles a muchos modelos de los ya clásicos Studebaker, por no hablar de sus famosos chasis para Harley-Davidson (las Harleys son como son gracias a él) y así muchas más cosas.

Sin duda, un auténtico polymath humanista con una biografía de lo más peculiar.

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lo que hay ahí­ dentro

Peter Grünberg y Albert Fert ganaron hace unos días el Premio Nobel de Física. Gracias a ellos, millones de personas interactúan diariamente con miles de dispositivos que hacen sus vidas un poco más fácil. Sus investigaciones sobre el efecto físico de la magnetorresistencia gigante derivaron en los modernos discos duros.

Peter Grünberg y Albert Fert

Personalmente le tengo pavor a los discos duros por muy fiables y modernos que éstos sean. He sufrido muchos reveses a lo largo de mi vida con ellos y nunca he confiado jamás del todo en ninguna tecnología digital de almacenamiento. Soy más pesimista que Cioran y cuando una de mis unidades fenece siempre exclamo un estoico “tenía que ocurrir” al mismo tiempo que me sumerjo en un profundo sentimiento de impotencia.

Hasta no hace mucho casi cualquier persona podía inferir el funcionamiento de casi cualquier cosa con un poco de curiosidad o interés. Todo el mundo sabía algo de mecánica, electricidad, química….y existían miles de remedios caseros para arreglar los objetos que dejaban de funcionar. Ahora es prácticamente imposible. Nadie sabe lo que ocurre “ahí dentro”, llámese motor, ordenador o móvil. Nunca antes nos hemos sentido tan indefensos e impotentes cuando algo va mal y se estropea.

En el primermundismo en el que vivimos es más fácil, rápido y barato volver a comprar que arreglar. De hecho ni los mismos fabricantes a veces quieren arreglar las cosas y remiten a una nueva adquisición.

Recuerdo un viejo libro de costumbres de finales del XIX en el que se recomendaba que cada día, antes de dormir, uno “debía colocarse de la manera en la que le gustara que le encontraran si moría esa misma noche”.

Muy pocos diseños tienen en cuenta esta macabra recomendación. La mayoría están concebidos para los momentos de esplendor, siempre para el caso mejor…pero casi ningún diseñador piensa en cómo se percibirá su creación cuando no funcione, lo haga con dificultad o directamente se convierta en un objeto inerte.

Hay algo tragicómico y mórbido al contemplar un Audi R8 varado, un Iphone sin batería o un software balbuciendo alerts y warnings sin sentido.

Por otro lado, en estos tiempos… ¿un nerdo de campus party es el equivalente al carpetovetónico señor que los sábados se iba a un descampado a hacer chapucillas debajo de su R-6? ¿es un sysadmin el símil del cubano que con dos alambres arregla todas las antenas de su barrio?